Paula Bonet es una conocida pintora, ilustradora y escritora española. Es reconocible por su estilo de mancha suelta y el uso de la técnica aguafuerte en gran parte de sus obras.
Fotografía de internet.
Estudió Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y su familia la apoyó en su carrera artística. Ha hecho numerosas exposiciones y escrito varios libros. Sus libros más conocidos y los que le han dado bastante renombre son Qué hacer cunado en la pantalla aparece The End (2014), 813, Truffaut (2’15), La Sed (2016) y Quema la memoria (2017).
Fotografía de internet.
Asistió a la terraza del Museo Reina Sofía de Madrid, invitada por la marca de vermut Cinzano, para hablar sobre su trabajo y su libro La Sed, mientras realizaba una ilustración. También respondió a las preguntas de sus seguidores.
Fotografía de internet.
La artista habló un poco sobre su formación artística y de los murales que pintó en México y Chile, experiencias que recuerda con mucho cariño y que afirma le aportaron mucho a su vida y formación como persona.
En cuanto a su trabajo, al ser autónoma, sus ingrasos no son siempre los mismos. Los grandes encargos le benefician más económicamente hablando, ya que buscar editoriales para sus libros le resulta más difícil. Pero está muy contenta con la editorial con la que trabaja actualmente, ya que le deja mucha libertad creativa.
Defiende que «Narra, no escribe. No cuenta dónde y cuándo, sino que crea imágenes». Sus libros mezclan ilustraciones y textos propios, que juntos narran la historia y se complementan.
Este libro en concreto se divide en 10 capítulos, y estos en 3 partes: rígida (grabados y líneas duras), narrativa (dibujos y narración de cómic) y abstracción (pintura). El tema general son las mujeres importantes de la historia que fueron ignoradas u olvidadas. A pesar de su gran importancia, como ya he dicho, fueron silenciadas o simplemente olvidadas por el mundo, algunas incluso llegaron a suicidarse («A la hora del suicidio las mujeres no escogemos las cuerdas»), por eso la artista quiere darles visibilidad, enlazándolo con la actualidad de la lucha del feminismo. Narra el suicidio metafórico de la protagonista, influenciada por esas artistas anteriormente mencionadas.
El libro repite desde el principio una frase clave y elementos como pájaros muertos, que hacen consciente al lector del tema tratado y que se enfrenten a la realidad. Gran parte de los capítulos comienzan con frases de algunas importantes mujeres históricas.
A continuación, respondió a varias preguntas de un representante de la marca y sus seguidores, que he resumido de la siguiente forma:
- ¿Has cambiado? ¿Te transformas a la hora de pintar o escribir? Sí, todos nos transformamos con el mundo, siempre en continua construcción. Cambiamos según lo que nos gusta y nos disgusta. Y a veces por pensar más en la aceptación exterior que la propia., pero eso es el error más grande. Debes querer tu obra y nutrirte de la de otros, pero no competir con ellos, sino contigo mismo. Todos aprendemos de todos.
- ¿Por qué todos los autores que se estudian son hombres, a pesar de la existencia de mujeres igualmente interesantes y exitosas en sus campos? Porque se educa en el conformismo y en una sociedad tradicionalmente machista. También nos educan con miedo al error, pero hay que hablar y equivocarse para aprender en cualquier sentido. A veces hay que romper los cánones estalecidos.
- ¿Eres perfeccionista? ¿Sufres o disfrutas creando? Me encanta mi tabajo, estar horas sola trabajando en mis proyectos, y sí, soy perfeccionista y cada vez más, y mi idea del arte cambia al mismo tiempo. Cuando pinto me gusta tener un café, música y estar sola, desconectada del móvil y de las redes. Empecé formándome muy bien, académicamente, para posteriormente romper las normas, pero al final llegué a la conclusión de que las técnicas son solo un medio de expresión.
- ¿Qué es mejor: forma o concepto? Al final lo importante es la comunicación, el mensaje, no importan las herramientas que se usen si tu propósito se cumple.
- ¿Qué opinas de las redes sociales? Están bien para interactuar con gente a la que le gusta tu trabajo, pero es malo cuando te obsesionas con el número de seguidores y esas cosas. Para mí son un escaparate, solo las uso por trabajo, no me gusta hablar de mi vida privada ni que esta se mezcle con mi trabajo. También es bueno económicamente repetir un patrón de lo que funciona, pero beneficia más hacer obras de corazón. Yo no pido opinión, simplemente expongo mi trabajo y hablo de él, y el feedback es muy positivo. A partir de 813 cambié mi forma de gestionar mis redes y dirigirme al público.
- ¿Qué opinas de los jóvenes artistas? Creo que haber nacido en esta época de redes sociales todo está muy conectado, y esto es algo positivo. El problema de los artistas mayores es no haber crecido con ellas. Los jóvenes están más familiarizados y preparados en este sentido.
- ¿Cuál es tu sueño actual? Seguir haciendo lo que me gusta y un taller propio más grande. The End funcionó tanto que tenía miedo de que de verdad fuese el final, pero me alegro de que me haya pasado a los 30 y no a los 20 por la definición de éxito que nos enseñan. Para mí, el éxito es poder vivir haciendo lo que me gusta.
- ¿Qué te parece la música? ¿Qué te transmite? ¿Notas diferencias o semejanzas con otras artes? El primer concierto de música clásica a que fui fue un regalo. Me encantó, salí como si se tratase de un psicólogo. No sé mucho de música, pero me llena y me inspira y ayuda en procesos artísticos. Todas se nutren entre ellas.
- ¿Qué es lo primero que piensas cuando te hablan de Chile? Amor. Siempre que puedo me escapo hacia allí, es un refugio maravilloso, el primer lugar en el que estuve completamente sola, «lo humano es estar solo». Cambió radicalmente mi punto de vista, pasó de Bellas Artes, muy estructuradas y académicas, a Chile, sin ninguna estructura preestablecida.
- ¿Cuándo pusiste ese género social y comunicativo en tus obras? Cuando publiqué The End. Ahí empecé a investgar más y a ser invitada a charlas. Allá donde iba invitada, eran charlas solo de mujeres o si no era la única mujer entre hombres, y no se hablaba de mi obra igual que de la de mis compañeros. Eso causa gran molestia, pero hay que luchar por esa igualdad que debería haber.
- ¿Crees que el arte es lucha? El arte es lucha y política.
Ahí estaba yo
es decir, Alex,
y mis tres drugos,
o sea Pete,
Georgie
y Dim.
Estábamos sentados en el Milk Bar Corova, exprimiéndonos la rasuderas para encontrar algo con qué ocupar la noche.
En el Corova Milk Bar servían leche plus, leche con veloceta, o con drencromina, que es lo que estábamos bebiendo. Eso nos agudizaba los sentidos, y nos dejaba listos para una nueva sesión de ultraviolencia.
Si hay algo que nunca he podido aguantar es ver a un viejo y asqueroso borracho chillando las asquerosas canciones de sus antepasados mientras no para de hacer blablá, como si tuviera una asquerosa orquesta en sus cochinas tripas.
Los tipos así siempre me has repateado, pero mucho más si encima son viejos como aquel.
En el viejo casino abandonado nos encontramos con Billie Boy y sus cuatro drugos. Se disponían a una bonita sesión de mete y saca y mete y saca con una llorona que tenán allí.
“Vaya, vaya, vaya, ¿pero no es el cerdo y maloliente Billie Boy en carne y seso? ¿Cómo está vuestra merced?”
El Durango 95 ronroneaba de fenómenos. Una cálida vibración me recorría los agallones. Al poco tiempo todo eran árboles y oscuridad, hermanitos. El campo oscuro de verdad.
Estuvimos retoceando un buen rato con otros viajeros nocturnos. Hacíamos de amos de la carretera. Después iríamos hacia el oeste.
Buscábamos otra de nuestras visitas sorpresa, eso sí que daba un gusto… La bonita ultraviolencia que nos mataba de risa.
“Perdone señora, ¿me podría ayudar? ¡Ha habido un terrible accidente!”
“Mi amigo está en la carretera desangrándose, ¿podría pedir por teléfono una ambulancia? Pero señora, ¡es un caso de vida o muerte!”
“¡Tú, Pet! Comprueba el resto de la casa…”
“I’m singing in the rain, jut singing in the rain…”
Yo vivía con papá y mamá, en el edificio municipal 18ª, en la calle norte.
Había sido una noche fabulosa, que debía tener ahora su final perfecto con un poco del viejo Ludwig Van.
Qué paz, qué paz celestial… Eran la suntuosidad y la untuosidad hechas carne, como un pájaro de un raro metal celeste, o como un vino de plata fundiendo una nave espacial. La ley de la gravedad ya no cuenta para nada.
Mientras escuchaba vi imágenes maravillosas.
“Hola hola señor Deltoid, bonita sorpresa verle por aquí. ¿A qué debo el placer de esta visita? ¿Algo malo, señor?”
Mientras andábamos por el borde del muelle, iba yo aparentemente tranquilo, pero cavilando todo el tiempo.
¿Así que Georgie sería ahora el general? Dictando lo que teníamos que hacer, y Dim su perro faldero de sonrisa boba. Porque ahora venía en mi ayuda una música deliciosa.
“Bueno, volvemos a estar como al principio, ¿sí? ¿Igual que antes y todos amigos? ¿Vale vale vale?”
“Bien Georgie muchacho, a ver esa idea tuya para esta noche, cuéntanoslo todo… ¿Qué es lo que se oculta pues en esa vuestra sesera?”
“Perdón señora, ¿podría ayudarme? Hemos tenido un terrible accidente. Me permite que telefonee para llamar a una ambulancia? …”
“¡Vamos, largo de aquí, la policía! ¡AGH! ¡Estoy ciego! ¡No veo, cabrones! ¡No veo, no veo nada!”
Perdéis el tiempo esperando aquí, hermanitos. No conseguiréis que diga una sola turca hasta que no llegue mi abogado. Conozco la ley, cabrones.”
“No fui yo, hermano señor, hable usted por mí. Yo no soy tan malo. Me vi empujado traicioneramente por los otros… ¡Yo soy inocente!”
Y aquí, hermanos y únicos amigos míos, lo más lastimoso y trágico de mi historia da comienzo.
Mi chullo consistía en ayudar al Jaimito de la prisión en el oficio dominical. Era un grandísimo grandullón hijo de la gran… pero me había tomado cariño al verme tan joven y tan interesado ahora en el gran libro.
“Padre. ¿He tenido voluntad, no? ¿He hecho todo lo posible? Yo nunca he cometido ninguna infracción institucional, ¿no es cierto, padre?…”
“Padre, ¿puedo hacerle una pregunta? Es sobre eso de lo que se está hablando, ese nuevo tratamiento que te saca de la prisión en un santiamén y hace que no vuelvas nunca más…”
Y vaya que videé películas… El sitio donde me llevaron no se parecía en nada a los cineomas corrientes, hermanos. Me pusieron una camisa de fuerza y me colocaron en la quijotera un aparato como con alambres colgando.
Después me pusieron unas cosas en los ojos y por más que quisiera no podía cerrarlos. A mí todo aquello me parecía un poco como de locos, pero les dejé que siguieran con lo suyo…
La primera película era muy muy buena… Pero mientras estaba videando aquello, comencé a notar que no me encontraba demasiado bien. Empecé a encontrarme verdaderamente enfermo, pero no podía cerrar los vidrios.
Ya era el día siguiente, hermanos, y yo había procurado portarme lo mejor posible, seguirles la corriente como un chavalco de fenómenos, bien sentadito en mi sillón de tortura. Pero no en la banda sonora, hermanos, que esta vez solo tenía música.
Avanzó hacia mí envuelta en una luz, como si tuviera un resplandor celeste. Y la primera idea que me vino a la quijotera fue tumbarla al suelo.
Pero rápida como una bala me volvió la náusea, como un policía que hubiera estado esperando en una esquina para caer sobre el criminal.
Y al mismísimo día siguiente, vuestro amigo y humilde narrador era un hombre libre.
“Hola hola hola papi y mami. ¿Qué tal os va, todo bien? ¡Estoy aquí!”
“Déjame en paz, hermano, no te he visto en mi vida.” Entonces cayó sobre vuestro humilde narrador toda una oleada de viejos sucios y malolientes. Era la vejez despachándose contra la juventud. Era mejor aquello que volver a las náuseas y sufrir aquella terrible angustia.
“Vamos vamos vamos, queridos drugos, ¿a qué viene esto? El pasado ya está muerto, ya he pagado por lo que hice entonces.”
¿A dónde dirigirme sin un hogar y sin dinero? Lloré de pena.
Hogar, hogar, hogar, eso era lo que yo buscaba, un hogar, y a uno llegué, sí. Pero como me encontraba tan mal, no me di cuenta de que ya había estado allí antes.
“What a glorious feeling, I’m happy again…”
Me desperté. Los dolores y las náuseas volvieron a mí como una fiera. Entonces comprendí lo que pasaba. La música que sonaba abajo era la de mi viejo amigo Ludwig Van y su terrible novena sinfonía.
“¡Dejadme salir! ¡ Abra la puerta! ¡Páralo! ¡Pare! ¡Pare!”
De pronto, videé lo que tenía que hacer, lo que quería de verdad hacer, evaporarme de una vez, largarme para siempre de este mundo cruel y sin piedad.
Un instante de dolor tal vez, y después el sueño para siempre, por los siglos de los siglos…
Salté, queridos hermanos, y la caída fue terrible, pero no me evaporé.
Si me hubiera evaporado no estaría aquí ahora contando lo que os acabo de contar. Volví a la vida después de un largo y negro, muy negro, entreacto, que pudo haber durado millones y millones de años.
“¿Por qué pensáis, papi y mami, que os ha hecho creer que seríais bien recibidos?”
“¿Entiende usted algo de sueños? ¿Sabe lo que significan? No, no, no es inquietud, no, pero he tenido varias veces un sueño horrible, sí, horrible. Era como si, verá, fue cuando estaba hecho trizas, ¿sabe?, siempre como medio inconsciente, y el sueño se me repetía.”
“Y era que los doctores estaban jugando con mi quijotera, con lo que tengo dentro de mi cerebro. Y este sueño me volvía una y otra vez… ¿Cree que eso quiere decir algo?”
“¡Coles! ¡Bragas! ¡Y no tiene pico!”
“¿Tengo la cabeza vacía!, y voy, ¡voy a partiros la cara! ¡ La cara a yarmolazos!”
“No hay tiempo para un mete y saca, guapa, ¡solamente vengo a ver el contador!”
“¿Sabe lo que puede hacer con ese reloj? ¡Metérselo en el culo!”
“Huevos, huevos… Me gustaría… ¡aplastarlos! Cogerlos a todos y ¡AGH!”
“¿Hemos acabado? Pues era muy divertido… ¿Cuántas he acertado?”
Y esperé y esperé, queridos hermanos… Y fui mejorando mucho, mientras me atracaba de huevos, huevos, de tostadas y de filetes tiernecitos…
Hasta que un día me anunciaron una visita muy muy importante…
“Pero resulta un lugar muy solitario cuando el dolor me despierta a media noche.”
“He sufrido como un verdadero condenado, señor. Dolores terribles.”
“¿Qué trabajo y cuánto? ¿Qué ayuda, señor? ¿Claro que sí, señor, ¿y a usted cómo lo llaman en casa?”
“¿Sorpresa?”
Sin lugar a dudas…
me había curado.
Marco con profundidad
Andrea Garrido 